The world is for the public good, such is the Great Way. Confucius Two dangers constantly threaten the world: order and disorder. Paul Valéry Henceforth, our country should be the universe. Flora Tristan Do what is right. Rosa Parks *

Dossiers and Documents : Discussion Papers : Rethinking Global Governance

Rethinking Global Governance

La amenaza terrorista
La cuestión nuclear
Las nuevas guerras

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Rethinking Global Governance

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Arnaud Blin, Gustavo Marin ¤ 2 January 2008 ¤
Translations: français . English .

Desde el año 2001 se ha hablado mucho sobre la amenaza terrorista, incluso de manera exagerada por parte de algunos gobiernos que explotaron dicha amenaza en su favor. El terrorismo no amenaza la seguridad del planeta y menos aún la supervivencia de Occidente. Se trata no obstante de una amenaza que se extiende más allá del marco de las fronteras nacionales y que, potencialmente, afecta a todo el mundo e inclusive es uno de los pocos problemas de seguridad que se ubica al mismo tiempo entre lo internacional, lo nacional y lo local. La lucha antiterrorista, por ejemplo, involucra al mismo tiempo a las ciudades, las policías, las agencias de servicios, los ejércitos nacionales, las Naciones Unidas y la Interpol, para citar a los más importantes. De manera más general, este combate casi permanente involucra también al ciudadano normal. Frente a esta amenaza vemos, desde 2001 –año que marca la gran toma de conciencia de esta realidad que existe desde hace más de un siglo-, que no existe ningún aparato capaz de coordinar la lucha antiterrorista en el plano internacional y ni siquiera instituciones capaces de informar a los ciudadanos sobre la naturaleza de esta amenaza cuyo blanco es, justamente, el ciudadano normal. Vemos también que todo se juega casi exclusivamente en un escenario de enfrentamiento psicológico, donde lo que está en juego fundamentalmente es la opinión pública. Cierto es que se establecieron contactos entre diversas agencias y se crearon redes, pero a menudo se trata de acciones dispersas que carecen de un verdadero eje que las vincule.

La cuestión nuclear

Lo nuclear presenta el ejemplo perfecto de un problema que tendría que haber sido resuelto hace muchos años y cuya solución definitiva aún hoy no vislumbramos. El fin de la guerra fría no generó ninguna evolución significativa en este campo, a no ser el proseguimiento de los acuerdos entablados por los dos bloques en pleno enfrentamiento. Si la estrategia nuclear tuvo quizá cierto sentido político durante la guerra fría –aunque fuera en un contexto absurdo en el plano ético y filosófico-, la posesión de arsenales nucleares, aun reducidos, por parte de un pequeño grupo de países, entre ellos las potencias nucleares tradicionales (las del Consejo Permanente de Seguridad de la ONU) y tres o cuatro países más, no se justifica hoy en día bajo ningún concepto, y menos aún el desarrollo de armas nucleares.

¿Y qué vemos en cambio? No sólo las potencias tradicionales ni siquiera se plantean la cuestión de saber si abandonarían sus arsenales y programas sino que además intentan negar a otros (Corea, Irán) el acceso a la tecnología nuclear -por cierto con dudosos objetivos, mientras avalan a otras naciones (India). ¿No es ésta una manera de afirmar que la potencia y la ley del más fuerte siguen rigiendo los asuntos internacionales?

Contrariamente al terrorismo, que es un fenómeno complejo y multidimensional, lo nuclear es un problema sencillo, puesto que hasta nuevo aviso sólo concierne a los Estados (que se complacen en agitar la bandera y la supuesta amenaza de un terrorismo nuclear), y sólo a un puñado de entre ellos. Pero aunque el problema sea sencillo no por eso deja de ser espinoso, dado que una explosión nuclear tiene, por definición, un enorme potencial de destrucción. Pero ni los Estados involucrados ni las Naciones Unidas (que es lo mismo o casi, en este caso) tienen la voluntad de abandonar un instrumento de prestigio que puede eventualmente servir en pulseadas diplomáticas –y no olvidemos que la nueva doctrina nuclear estadounidense apunta a un uso muy amplio del arma nuclear (derecho de retracto, lucha antiterrorista, etc.)-. Lo nuclear, producto residual de la guerra fría, debería resolverse. Por el momento, está lejos de serlo.

Las nuevas guerras

Los conflictos tradicionales han durado mucho tiempo. Actualmente ya prácticamente no hay guerras entre Estados. El desmoronamiento de todos los imperios significó también el fin de las guerras de liberación nacional. Los nuevos conflictos son de otro orden. En primer lugar, afectan sobre todo a los países “periféricos” o “marginales”, alejados de los epicentros geopolíticos. Estos países son a menudo países pobres o empobrecidos y, al mismo tiempo, mal gobernados. También han surgido nuevas causas de conflicto. Las mismas son cada vez menos políticas y cada vez más económicas y ligadas al medioambiente. Los problemas ambientales (sequías, acceso al agua potable) son ahora causas de conflicto, con todas las consecuencias que ello implica (desplazamiento de poblaciones, por ejemplo), y se articulan con otras fuentes potenciales de conflicto (resentimientos históricos, enemistad interétnica o conflictos de opinión). Para estos conflictos se requieren nuevos enfoques, incluyendo un buen conocimiento de los problemas, una voluntad compartida de prevenir la escalada de violencia y el deber de injerencia en los asuntos de un Estado que a menudo, y en el mejor de los casos, es incapaz de prevenir el conflicto.

Resulta imperativo que la prevención de nuevos conflictos como el de Darfur se torne una de las prioridades de la comunidad internacional en el futuro. ¿Cómo avanzar? En este ámbito el enfoque tradicional está destinado al fracaso ya que estos conflictos, por su complejidad y por el hecho de que a menudo ocurren en regiones consideradas de bajo alcance estratégico, no le interesan a priori a los países que podrían intervenir. En estos casos, más aún que en otros, es donde hay que desarrollar nuevas herramientas conceptuales capaces de desembocar en acciones concretas de prevención de estos tipos de conflicto que, si no son controlados, se multiplicarán en el futuro acarreando verdaderas catástrofes humanas. Otros problemas, ocultos hasta ahora, también necesitan ser estudiados. Tomemos un ejemplo: el resentimiento. ¿Cuántos conflictos, crisis y tensiones nacen de resentimientos, algunos de los cuales se vienen arrastrando desde hace siglos? Hoy, cuando las guerras coloniales han terminado o los grandes conflictos de intereses y las luchas de potencia entre los Estados parecen retroceder, el resentimiento es tal vez la causa principal de las guerras y crisis actuales. ¿Y qué hacen los gobiernos para comprender este fenómeno crucial en la historia y particularmente en la historia contemporánea? Ni siquiera los historiadores y politólogos se han preocupado mucho por esta cuestión hasta el momento. Ahora bien, si la guerra preventiva es un engaño, la paz, por su parte, es esencialmente preventiva. Para prevenir, y para actuar también, es imperativo comprender. Para construir el mundo del mañana hay que comprender entonces el mundo de hoy. Esto podría sonar a eslogan político vacío pero, sin embargo, lo que nos falta a menudo es una buena comprensión, necesaria para construir la arquitectura de una gobernanza mundial eficaz, solidaria y responsable.

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