. . . for with freedom come responsibilities. Nelson Mandela An invasion of armies can be resisted, but not an idea whose time has come. Victor Hugo The world is for the public good, such is the Great Way. Confucius Do what is right. Rosa Parks *

Rethinking Global Governance

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Síntesis de los comentarios sometidos hasta el 30 de abril

Arnaud Blin, Gustavo Marin ¤ April 2008 ¤
Translations: français (original) . English .

No sabíamos con certeza qué esperar de este primer « documento en debate » sometido a la crítica por el Foro por una Nueva Gobernanza Mundial. ¿Habría reacciones?, ¿serían interesantes?, ¿constructivas? La idea era lanzar una botella y luego seguir su marcha. Siendo la primera iniciativa de este Foro por una Nueva Gobernanza Mundial –que todavía no llevaba ese nombre-, esperábamos que nos ayudara, al menos en parte, a definir sus orientaciones.

Hubo reacciones, efectivamente, a menudo fuertes, a este documento. Pero la calidad, e incluso la cantidad de esas reacciones superó todas nuestras expectativas. Inicialmente pensábamos ir integrando las eventuales críticas para reformular el documento. Dada la enorme riqueza y el volumen de las respuestas, esa reformulación aparece ahora como una tarea complicada, en virtud de la gran cantidad de aperturas temáticas. Por ahora, y antes de embarcarnos hacia otros campos de estudio y de reflexión sugeridos por las críticas, nos contentaremos con un modesto epílogo a este primer documento que, finalmente, hemos decidido dejar en el mismo estado, a la espera de ser completado luego por otros.

Es difícil, por supuesto, resumir todas las críticas y todas las ideas emitidas sobre este primer boceto (la totalidad de las críticas se publicará en el sitio del Foro). Nos conformaremos aquí con destacar, con cierta subjetividad, algunos puntos salientes, particularmente aquéllos que surgen de varios comentarios.

La forma y el fondo

De modo esquemático podemos distinguir de entrada dos tipos de comentarios diferentes: los primeros están relacionados con la forma y los otros con el fondo. En el primer caso, los lectores parecen haber apreciado la puesta en perspectiva histórica que brinda la primera parte del texto, pero parece que se han quedado con ganas de algo más en lo que respecta a la segunda parte del texto, donde se plantean algunas pistas para el futuro. Sobre el fondo, la parte central del documento es la que ha recibido la mayor parte de las críticas. Por ejemplo, este comentario: “La estructura del documento parece más clara en su primera parte (introducción, legado histórico, efecto de ruptura) que en la parte principal…”.

La estructura misma del documentó despertó críticas como ésta: “la estructura ‘tripartita’ que proponen (objetivos=constitución mundial, ética=carta de las responsabilidades, dispositivo de implementación= ???) no me parece suficientemente desarrollada.”

En resumen, el sentimiento general es que se podría decir: “mucho ruido pero pocas nueces”. En otros términos, que algunos problemas fueron planteados (correctamente o no), pero que las respuestas, si las había, no estaban a la altura de las preguntas, contribuyendo de este modo a un sentimiento de insatisfacción y hasta de frustración al finalizar la lectura del documento.

No argumentaremos que ése era nuestro deseo, porque no sería realmente exacto. El objetivo del documento era, por supuesto, generar reacciones fuertes y abrir el campo de reflexión. Y, digámoslo claramente, nosotros no teníamos respuestas definitivas para esos problemas. Los comentarios de los lectores y las críticas son en verdad los que nos han brindado ya las primeras piezas del rompecabezas y nos alientan vivamente a seguir desmalezando el terreno.

Entre las críticas de fondo, muchos opinaron que alguna dimensión determinada del problema – el problema de la gobernanza mundial- no había sido lo suficientemente (bien) tratada, o que su importancia comparativa no había recibido la atención que merecía. Tal es el caso, especialmente, de la dimensión económica o del papel de la sociedad civil. A este tipo de críticas sólo podemos responder que para un tema de esta índole, y para un estudio tan breve, tuvimos que hacer algunas elecciones, dada la imposibilidad de tratar todos los temas. Es una respuesta insatisfactoria, si no fuera porque estamos convencidos de la necesidad de abordar estos temas en profundidad, en los dossiers y estudios que se sumarán. Por otra parte, somos conscientes de que el problema central de la gobernanza es llegar a pasarelas transversales, que superen los campos temáticos tradicionales y derriben las barreras que separan, por ejemplo, a la economía y la política, el papel del Estado y el de la sociedad civil, etc. Lograr un buen equilibrio entre los campos constitutivos de la gobernanza mundial es uno de los objetivos subyacentes de nuestra iniciativa, objetivo que, esperamos, se torne más claro con la elaboración de los cuadernos de propuestas.

Eurocentrismo

Otra crítica que encontramos al menos en dos ocasiones es la del “eurocentrismo”, crítica fundamental que debemos tomar en cuenta seriamente. Esencialmente dice: "Es una posición totalmente eurocentrista. No se trata únicamente de un problema metodológico, sino también ético. ¡El mundo no funciona tan lisa y llanamente – y en realidad nunca lo ha hecho- como lo pretenden los europeos! Esta visión seguramente es válida para Europa y para los europeos, pero no podría serlo para otros pueblos. ¿Cómo curar esa enfermedad del “eurocentrismo”? Aunque sea difícil conviene, para empezar, admitir que existe y afirmar, por ejemplo: este es nuestro punto de vista, pero no pretendemos representar la opinión de los demás pueblos."

La respuesta a esta crítica es compleja, puesto que abarca los múltiples ámbitos relacionados con la gobernanza. Intentemos responder rápidamente con la idea de que esta cuestión, al igual que las otras que aquí se tratan, merece un debate profundo. En primer lugar, y es verdad, este texto refleja la cultura occidental de sus redactores. Las referencias históricas y filosóficas, por ejemplo, son europeas en su mayoría. Para tomar un ejemplo entre otros, hablamos de Maquiavelo y de Hobbes cuando hubiéramos podido mencionar a Kautilya, Nizam Al Mulk o Pachacutec. A nivel simbólico, a nivel de la riqueza de las ideas, es importante que se refleje, sobre todo en un texto sobre la gobernanza mundial, la diversidad de las culturas y civilizaciones del planeta. Desde ese punto de vista, la crítica de nuestro eurocentrismo es totalmente justificada y debemos tomarla en cuenta. Por otra parte, es perfectamente comprensible que ese “eurocentrismo”, de forma o de fondo, irrite a unos y otros, sobre todo luego del pasivo histórico de la colonización, cuyos efectos y repercusiones todavía se hacen sentir en la actualidad.

Paralelamente, hay realidades históricas que debemos analizar del modo más objetivo posible. Desde una perspectiva macro-histórica de las relaciones geopolíticas intercontinentales, constatamos que diversos períodos de la historia ven el advenimiento de una civilización que explota su superioridad del momento para dominar un espacio que va más allá de su marco geográfico original. Las civilizaciones que se sucedieron en Cercano Oriente, luego en la China, India, Persa, Grecia, Roma, los imperios árabes, turcos y nómadas, los imperios azteca e incas y por último Europa occidental y Rusia: todos ellos, en un momento dado, han ejercido una influencia– más o menos acompañada de violencia – sobre la zona que pretendían controlar y contribuyeron, cada uno a su manera, a hacer la historia del mundo. En la actualidad, los Estados Unidos pretenden influir sobre una “civilización mundo” que ellos contribuyeron a crear, pero que rechaza la tutela de una potencia hegemónica.

Ahora bien – y aquí radica la cuestión-: ¿la influencia de Europa sobre el mundo entre el siglo XVI y el siglo XX ha formado los mecanismos políticos, geopolíticos, económicos y sociales que gobiernan el mundo de hoy? Sin exagerar esta influencia, ni la manera en que el mundo haya podido resistir o librarse de ella, sería falso negar que la historia del mundo ha sido en un momento dado eurocéntrica, aun cuando en la actualidad, y es mejor así, ese eurocentrismo vaya erosionándose – ya que la teoría del choque de civilizaciones es sólo una tentativa de explicación de esa mutación (tal como la plantea un occidental no europeo, Samuel Huntington)-.

Es irrefutable que en materia de gobernanza internacional Europa fue durante varios siglos la que proveyó e impuso los métodos de gestión de las relaciones inter y transestatales dominantes: economía capitalista, derecho internacional, sistema westfaliano, nacionalismos, grandes ideologías, seguridad colectiva (SDN/ONU), toma de conciencia ecológica, etc. Y lo hizo con todas las ventajas y todos los inconvenientes (y miserias) que esos “sistemas” o paradigmas han implicado en el resto del mundo.

En resumidas cuentas, si bien es imperativo prevenirse contra una visión eurocéntrica del mundo que sería desafortunada, tanto desde un punto de vista práctico como moral, nos parece igualmente importante constatar un eurocentrismo histórico que forma parte integrante de nuestra realidad, aunque no necesariamente la domine en este siglo XXI. Sólo midiendo objetivamente ese eurocentrismo histórico podremos ver de qué manera la “gobernanza mundial” puede pensarse desde diversos ángulos geoculturales o religiosos- chinos, indios, latinoamericanos, africanos, musulmanes, hindúes, etc. –, etapa indispensable desde el momento en que pretendemos establecer una nueva gobernanza mundial que sea realmente planetaria.

Europa

Pasemos del eurocentrismo a Europa. Una de las críticas formuladas en varias ocasiones se refiere al poco caso que hacen los autores del modelo de la Unión Europea: “La Unión Europea (aunque sea mencionada varias veces) y el éxito indiscutible de la integración de la mayoría de los estados surgidos del remolino de la descomposición de la Unión Soviética me parecen poco apreciados y respetados: el proceso europeo se ha convertido de alguna manera –y en mi opinión- en el nuevo “contrato” que los autores dicen que está faltando...”

Este tema fue el único que hizo aparecer una divergencia (relativa) entre los dos redactores (Arnaud Blin y Gustavo Marín). La misma refleja en realidad una diferencia de perspectiva y de anclaje geocultural, ya que el primero hace hincapié en los avances logrados desde la creación de la Unión de esta Europa, que durante mucho tiempo fue el primer foco conflictivo del planeta, y el segundo -chileno y francés-, pone de relieve los problemas y límites actuales. Probablemente esta diferencia de perspectiva sea la que aparece en el texto. Queda por resolver la pregunta, apenas abordada, que debemos plantearnos seriamente: saber si, y de qué manera, la Unión Europea constituye un modelo, positivo y negativo, para una gobernanza mundial.

Las Naciones Unidas

Esto no es una sorpresa. El tema de las Naciones Unidas fue el que generó más cantidad de comentarios. La crítica fue unánime: la ONU no fue lo bastante apreciada o fue demasiado rápido descartada, sin tomar en cuenta los aportes que ha hecho. Contrariamente a lo sucedido con los otros temas, se nos cuestionó aquí el hecho de tomar una posición y de intentar responder al problema planteado, pero sin presentar realmente argumentos para convalidar nuestra postura. En otros términos, de haber puesto el carro delante de los bueyes. Crítica totalmente válida.

Un ejemplo: “Me parece que la Carta de la ONU sigue siendo válida. Lo defectuoso es su aplicación. No obstante ello, las operaciones militares de la ONU son tal vez la única fórmula realista para ganar ese tiempo necesario para los diplomáticos y los políticos, con el fin de “cicatrizar las heridas”, aun cuando, cínicamente, las partes adversas juegan y abusan de ello a menudo. El ejemplo del Líbano en 2006 es característico”.

O bien:

“¿La existencia de la ONU es la pesadilla de estos autores? Todo parece indicarlo, visto el carácter descortés de las pocas referencias hechas por los autores a esta organización. Me asombró leer que la ONU, según el autor, “se limitó a apoyar el statu quo” (página 3). Se refiere con seguridad a los comienzos de la ONU, pero mis sentidos quedaron alertas por ese desliz hasta la página siguiente, donde los autores admiten con reticencia que esa organización “es efectivamente útil, y hasta esencial, y (...) que ha evolucionado”. No obstante, sostienen claramente que esa institución “estancada” (pág. 7) - que se la reforme o no – no representa “el futuro de la gobernanza global” y que el “sistema internacional navega entre anarquía y torpe autogestión” (pág.15). Acusan entonces a la ONU de haber creado un “vacío internacional”, afirmando que la ley pública internacional es “el árbol que oculta el bosque” (pág. 16).”

Por otra parte, se nos reprochó también habernos concentrado solamente en la reforma del Consejo de Seguridad:

“Puede que yo no haya entendido correctamente a los autores, pero tengo la sensación de que están demasiado focalizados sobre los engranajes y la influencia del Consejo de Seguridad en su análisis de la ONU. Considero, al contrario, que tendrían que haber tenido en cuenta – para el análisis de la historia de la gobernanza mundial y una consideración futura realista – el conjunto de las realizaciones efectivas de las Naciones Unidas.”

La ONU, es innegable, ocupa un lugar central en el debate sobre la gobernanza mundial, tal como lo hizo en 1945 y de igual modo que la Sociedad de las Naciones entre las dos guerras. Es innegable también que la ONU fue una de las piedras angulares de las relaciones internacionales en los últimos 60 años. Al margen de algunos estridentes fracasos, los logros de la ONU en el ámbito de la paz, y también en el del desarrollo y la defensa de los Derechos Humanos, son impresionantes. Por otra parte, todo o casi todo el mundo concuerda en que son necesarias reformas profundas, y no sólo a nivel del Consejo de Seguridad. Es también una evidencia que las Naciones Unidas llevan una carga pesada, con numerosos mandatos y sin tener los medios, ni siquiera financieros, para cumplir con todos sus objetivos.

Pero más allá del vaso medio lleno o medio vacío, más allá de la evaluación histórica de la ONU, más allá de sus méritos y de sus límites, de sus capacidades para reformarse o no, debemos plantearnos una pregunta fundamental: ¿La ONU constituirá, en el futuro, la base sobre la cual se apoye la gobernanza mundial?

Esta pregunta trae otras aparejadas: ¿La ONU podría constituir uno de los pilares –aunque no el único- de una nueva gobernanza mundial? En caso afirmativo, ¿cuáles serían los otros y qué peso debería tener la ONU? En caso contrario, ¿la ONU es sólo una etapa histórica hacia otra cosa? ¿Pero hacia qué? En un mundo imperfecto, ¿representa una solución imperfecta pero, como la democracia de Churchill, la menos peor entre todas las demás? Abarcando algo más amplio se plantea el concepto de la seguridad colectiva, puesto que se supone que la seguridad colectiva debía reemplazar el sistema de equilibrio de las potencias. Ahora bien, el concepto tradicional de seguridad ha sido ampliamente superado hoy en día – constatación notablemente establecida por la ONU que, justamente, amplió el concepto. ¿Cómo volver a definir entonces las reglas de juego?

También se plantea el problema del papel del Estado, puesto que éste es el elemento constitutivo de las Naciones Unidas. Ahora bien, ¿el Estado va a seguir, debe y puede seguir siendo el actor dominante que, de facto, garantiza más o menos legítimamente la gestión de un planeta? ¿Puede serlo donde las fronteras estatales tienen cada vez menos sentido y donde las relaciones “internacionales” deben transigir con una proliferación de relaciones transnacionales que superan el marco tradicional de las relaciones diplomáticas y hasta económicas?

Para concluir –demasiado rápido- este debate sobre la ONU que tenemos que proseguir activamente y de un modo más profundo, quisiéramos señalar que una cosa nos parece certera, y es lo que intentamos –probablemente con torpeza o demasiada rapidez- plasmar en el texto: la gestión colectiva del planeta necesita nuevos modos de pensamiento y nuevos modos operatorios. La ONU, a pesar de su inmenso savoir-faire y de su voluntad, en el estado actual de las cosas, no nos parece que esté en condiciones de asumir, al menos no sola y sin una profunda reforma, esta pesada carga. La crítica es fácil. Tendríamos que ver quiénes, incluida por qué no una ONU reformada, podrían asumir esa pesada carga; cómo y, también, por qué. El debate sobre la ONU constituirá, sin duda alguna, uno de los principales ejes de nuestra reflexión sobre el futuro de la gobernanza mundial.

A modo de conclusión

Si tuviéramos que retener sólo una cosa de esta primera “puesta en debate”, probablemente sería que cualquier intento de “repensar la gobernanza mundial” pasa en primer lugar por la confrontación de ideas, por una participación tan amplia como sea posible de los vectores de la reflexión y por una diversidad en esa participación. Esos valores son los que constituyen asimismo la base de una gobernanza mundial responsable, eficaz y solidaria, a la altura de los desafíos del tercer milenio.

Al respecto, este comentario resume mejor la esencia del problema, preparando también el terreno para el futuro:

“El comienzo de la toma de conciencia de las sociedades civiles, de su fuerza y de su capacidad para influenciar sobre el curso de los acontecimientos hace que sean posibles evoluciones profundas de la gobernanza hacia un modelo más democrático, más horizontal, a la escucha de las poblaciones mundiales. Creo que el documento merecería un desarrollo más extenso de ese aspecto...La garantía de anclar una nueva gobernanza democrática para el siglo XXI debe apoyarse sobre la expresión organizada de contra-poderes civiles capaces de hacer avanzar a los Estados. ¿Hace falta una asamblea permanente de las sociedades civiles?”


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