Objetivamente, el territorio está llamado a desempeñar un papel decisivo en la concepción y dirección de la necesaria transición. Cualquiera que sea el tema, se observa que la ciudad y la región son la mejor escala para abordarlo de manera eficaz. Pero también se constata que el territorio no está equipado, ni conceptual ni institucionalmente, para asumir estas nuevas responsabilidades. Un territorio es una fuerte densidad, un nudo de relaciones entre actores internos y externos a un territorio, un lugar de convergencia de múltiples flujos de materias, informaciones, energías y personas. Señalar la necesidad de definir y fortalecer al actor territorio no significa en absoluto volver a la antigüedad donde cada territorio vivía en mayor o menor medida en autarquía. Hoy, en cambio, cada territorio forma parte de un sistema mundializado. Reconocer el principal rol de los territorios en la transición requiere pues nuevas capacidades de gestión y valoración de los flujos que atraviesan el territorio.