Por Peter I. Hajnal
Este estudio resume el mandato y las actividades de Grupo de los Ocho (G8), examina de qué y ante quién debe rendir cuentas el G8, repasa el ámbito y los tipos de grupos de la sociedad civil que interactúan con el G8 y debate cómo y hasta qué punto esta participación ha promovido (o no ha logrado promover) que el G8 asuma sus responsabilidades mediante varias acciones: estudios de políticas, evaluación y seguimiento de compromisos; campañas de prensa, peticiones, presión y movilización; manifestaciones y protestas; diálogos; cumbres alternativas; y colaboraciones con varias partes interesadas. Después, el artículo analiza actitudes, procedimientos, estructuras y otros factores que han ayudado o entorpecido que la sociedad civil contribuya a que G8 asuma sus responsabilidades.
El G8 es un poderoso club de lo que normalmente se denominan las principales democracias industriales: Alemania, Canadá, los Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Rusia. Varios choques económicos y otros importantes acontecimientos a principios de la década de 1970 llevaron al surgimiento de este grupo. Desde esos comienzos, cuando el por entonces G7 se centraba en asuntos económicos y financieros, el G7/G8 ha pasado a tratar cada vez más temas, como inquietudes políticas y, más recientemente, una gran cantidad de asuntos internacionales y mundiales, desde el medio ambiente hasta el terrorismo y las enfermedades infecciosas.
Sus principales roles en la actualidad son la deliberación, el establecimiento de instrucciones y la toma de decisiones, así como funciones de gobernanza global y de gestión de políticas nacionales. La cumbre permite a los jefes de Estado y de gobierno que acuden ejercer liderazgo político, conciliar asuntos nacionales e internacionales, desarrollar una gestión colectiva e integrar la economía y la política en sus negociaciones y decisiones.
El aparato de apoyo de cada jefe de Estado o de gobierno que participa en el G8 lo lidera un representante personal (denominado “sherpa”), que cuenta (desde 2001) con un Representante Personal para África, dos sub-sherpas (uno de economía y otro de finanzas), un director político y, por supuesto, una amplia comitiva de personal de logística, seguridad y de otras funciones. Como el G8 no se basa en una carta fundacional (como sería la carta de las Naciones Unidas u otro acuerdo constitutivo similar), no tiene incorporados mecanismos institucionales que establezcan o regulen la naturaleza de sus interacciones con otros actores. Además, el G8 tampoco tiene un secretariado (aunque los países miembros sí que tienen sus propias estructuras administrativas relacionadas con el G8), con lo cual no puede haber una maquinaria estructurada y continua mediante la cual la sociedad civil y otros actores no estatales puedan interactuar con el G8.
Sin embargo, estas restricciones institucionales y estructurales no han evitado una interacción sustancial y, por lo general, positiva entre el G8 y la sociedad civil. Este artículo quiere mostrar, en un contexto histórico y pragmático, cómo esa compleja interacción ha promovido (o no ha logrado promover) que el G8 asuma sus responsabilidades.
El estudio concluye que el concepto de asumir responsabilidades, aunque es problemático, se puede aplicar al G8: Los jefes de Estado y de gobierno son responsables de manera individual ante sus electorados nacionales, ante la comunidad global, ante agencias de gobernanza regionales y mundiales, y ante sus homólogos. La transparencia del G8 aún tiene mucho por mejorar, pero la asunción de responsabilidades por sus acciones es más fuerte. La asunción de responsabilidades de otras agencias de gobernanza global es más débil, y la asunción de responsabilidades ante los homólogos de los jefes de Estado y de gobierno no es clara. La asunción de responsabilidades ante los afectados por las decisiones del G8 varía según el tema, pero por lo general no es particularmente fuerte. El principal problema para asumir responsabilidades es que no hay un mecanismo que obligue a hacerlo. La conclusión más importante es que la sociedad civil ha mejorado la asunción de responsabilidades del G8, pero que esta función todavía no ha alcanzado su potencial.