De todos los peligros que afronta la humanidad en este comienzo del siglo XXI, no cabe duda de que el más grave es el que pesa sobre su propia supervivencia. Desde fines del siglo pasado hemos entrado en una fase de transición en la que varias crisis van sucediéndose e intrincándose: una crisis financiera, acompañada por una crisis económica que afecta a franjas enteras de los sistemas bancarios e industriales, haciendo planear una vez más el espectro del desempleo masivo sobre las economías más integradas a los mercados mundiales; una crisis de relación entre la humanidad y la biosfera, que agrava los desequilibrios ecológicos y provoca, en el espacio de una generación –la nuestra– situaciones inéditas de hambre, de escasez, de falta de agua y de aire; una crisis ética, con respecto a los valores y principios sobre los cuales están construidas las sociedades, y que hace temblar los pilares esenciales sobre los que se apoyan para tratar de resolver los conflictos.
Salir de las crisis nos llevará tanto más tiempo cuanto que los gobernantes y los directivos de los bancos, empresas transnacionales e instituciones internacionales están muchas veces relacionados con el origen mismo de las crisis. Y aun cuando no lo están, se muestran incapaces de resolverlas.
Entre todas esas crisis, hay una que es fundamental: la de la relación entre los seres humanos mismos. Si en el (poco) tiempo del que disponemos todavía para encontrar de forma colectiva nuevas soluciones para las crisis actuales no somos capaces de frenar y contrarrestar las guerras abiertas u ocultas que sacuden regiones estratégicas de nuestro mundo, corremos el riesgo de ser atrapados por un engranaje mortífero, aún más grave que el que provocó el exterminio de los pueblos durante las guerras mundiales y los genocidios del siglo pasado.
Podemos afirmar, sin caer en un optimismo ingenuo, que los ciudadanos organizados, los responsables políticos lúcidos y los líderes espirituales justos llegarán a neutralizar los efectos perversos de las crisis en curso y a encontrar nuevas soluciones. Pero nada está ganado de antemano. Países, regiones, continentes y hasta el mundo entero (recordemos que seguimos viviendo bajo el peligro del holocausto nuclear) pueden perecer si no prestamos atención a los nacionalismos, los fanatismos y los fundamentalismos guerreros de todo tipo. Podemos afirmar que una nueva gobernanza mundial que no controle la violencia guerrera no será posible, o bien estará en constante peligro.
Para reflexionar sobre estos temas cruciales, hemos tenido la suerte de conocer al general Jean-René Bachelet, que no sólo ha sido el inspirador sino también uno de los principales conductores del nuevo pensamiento del ejército francés sobre la ética del oficio de las armas. En tanto oficial general, ha dirigido (como brigadier) el sector de Sarajevo en el marco de la FORPRONU en 1995. Desde 1996, viene elaborando una reflexión de fondo sobre los fundamentos del oficio militar en términos de ética y de comportamiento, que ha permitido dotar al ejército francés de un marco de referencia en la materia. Dicha reflexión se ve reflejada en múltiples documentos, entre los cuales figuran principalmente los Fundamentos y principios del ejercicio del oficio de las armas en el ejército y el Código del soldado. Finalizó su carrera con el cargo de Inspector General del ejército. Actualmente preside la “Asociacón de Glières. Por la memoria de la Resistencia”.•
Más allá de la reflexión dentro del ejército, Jean-René Bachelet es perfectamente consciente de la necesidad de construir un diálogo fecundo entre militares y civiles, indispensable para contribuir a la construcción de una comunidad mundial responsable, plural y solidaria. Su análisis y sus reflexiones sobrepasan ampliamente el marco de Francia, y hasta de Europa. Jean-René Bachelet es particularmente lúcido en cuanto al peso de su propio origen en sus reflexiones, pero desarrolla en este Cuaderno de propuestas una concepción radical e innovadora del control de la violencia, invitándonos a aventurarnos hasta el fondo de nuestra condición humana. Asimismo, nos permite comprender lo que ética y políticamente entra en juego en el ejercicio del oficio de las armas para poder garantizar ese control en el mundo contemporáneo. Además, tal como lo requiere esta serie de Cuadernos de propuestas para una nueva gobernanza mundial, se atreve a sugerir diversas pistas de acción para controlar la violencia guerrera y para implementar soluciones perfectamente realistas en lo que concierne a las tensiones y los conflictos armados presentes y futuros.
Ver también (en francés) :
_ * Intervención de J.-R. Bachelet en la Asamblea de Ciudadanos del Cono Sur