Por Arnaud Blin
Luego del 2008, año revelador de los grandes desequilibrios financieros
vinculados con la globalización, el 2009 pone de manifiesto la inestabilidad
geopolítica característica del mundo contemporáneo. El 2008 finalizó tristemente
con la doble debacle del dúo Madoff-Bush, que demostró la arrogancia, la
incompetencia y la ceguera de los grandes economistas y de las políticas de esta
última década. El 2009 ya presenta un conflicto de otro tiempo que nos proyecta
sesenta años atrás, con un enésimo sobresalto que, en sólo algunas semanas en
Gaza, se llevó en su torbellino de violencia a un millar de víctimas, civiles en
su mayoría. La esperanza subsiste a pesar de todo. La esperanza de que, con
Barack Obama, se perfile una nueva era. Nunca antes en la historia, desde
Franklin Roosevelt - uno de los arquitectos de las Naciones Unidas- un
presidente norteamericano había sido portador de tanta esperanza. ¿Pero puede un
presidente de los Estados Unidos representar algo que no sean los intereses de la
potencia norteamericana? La ONU, desacreditada una vez más en la actualidad por
su impotencia crónica para influenciar sobre el conflicto del momento- y, como
humillación suprema, víctima de los bombardeos israelíes-, sigue siendo, a pesar
de sus muchas debilidades, un actor de primer plano de la política internacional.
¿Encontrará la ONU en Obama un segundo Roosevelt capaz de relanzar la maquinaria?
Es uno de los deseos que podemos expresar en este comienzo de año aun cuando, en
la actualidad, el mundo ya no siga realmente girando al compás de los Estados
Unidos. En este mundo emergente, ¿cuál es, cuál puede ser el papel de la ONU?
¿Todavía sigue teniendo un sentido la Organización de las Naciones Unidas? Tal es
el tema central de este Documento para el debate.