Por Arnaud Blin
La Historia nos ofrece una abundante lectura de conflictos, pequeños y grandes, nacidos del resentimiento. Las Revoluciones, los grandes períodos de ruptura que generan los grandes ciclos históricos son a menudo el resultado de una explosión brutal de viejos resentimientos. Luego de las grandes revoluciones de los siglos XVIII, XIX y XX, luego de la erupción de las grandes ideologías y de los nacionalismos virulentos que, en todos los casos, explotaron de algún modo resentimientos legitimados, el siglo XXI nos muestra el espectáculo de un mapa político mundial carcomido por resentimientos de toda índole.
Podríamos multiplicar estos ejemplos al infinito. La mayoría de los conflictos actuales se nutren en gran parte del resentimiento: conflicto de Medio Oriente, conflicto entre la India y Pakistán, conflictos inter-étnicos africanos, etc. Los genocidios de Rwanda y de Burundi, vale decir los conflictos que han cobrado más víctimas mortales en los últimos cincuenta años, fueron en su esencia guerras de resentimiento. Las guerras de la ex-Yugoslavia entran dentro de la misma categoría. Y más allá de los conflictos abiertos, ¿cuántos países y pueblos están animados por un vivo rencor, a menudo antiguo y hasta muy antiguo, cuya memoria se mantiene justo por debajo de la superficie, lista para explotar de un momento a otro?
Al igual que todas las cuestiones que se refieren a la gobernanza mundial, el problema del resentimiento es complejo y exige un enfoque global, que trate de aprehender el fenómeno en su conjunto, pero que permita también tratar cada caso particular. Las técnicas de prevención y resolución de conflictos ya probadas constituyen un paso importante en este campo.
En un nivel superior, se trata también de renovar la identidad de cada individuo y de cada comunidad. En otros términos, el hombre nuevo y la mujer nueva tienen un “documento de identidad” mucho más complejo que el de sus padres y abuelos, que los vincula con diversos individuos y comunidades en el mundo y no simplemente con su entorno local, nacional, regional, religioso o lingüístico. Ahora bien, en este mundo que cambia rápida y profundamente, el presente se va a conjugar cada vez más con el futuro, mientras que antes se conjugaba sobre todo con el pasado.