Había una vez un satélite llamado Sputnik. El 4 de octubre de 1957 fue el primer satélite artificial lanzado al espacio por la URSS. Dicho lanzamiento abrió una nueva era, la de la gobernanza del espacio. En efecto, ese acontecimiento marcó el comienzo de la conquista espacial y abre muchos interrogantes, entre ellos el de la gobernanza de ese espacio extra-atmosférico.
A desafío internacional, medios internacionales. Las Naciones Unidas se adueñan del tema creando, en 1959, un organismo específico dentro de su Asamblea General: el Comité para Usos Pacíficos del Espacio Extra-atmosférico. El accionar de la ONU prosigue con la adopción de varias resoluciones y tratados. La Resolución 1962 (XVIII) que trata sobre la Declaración de los principios jurídicos que rigen las actividades de los Estados en materia de exploración y uso del espacio ultraterrestre, adoptada el 13 de diciembre de 1963, es un texto fundador, puesto que fija los principios de la gobernanza del Espacio que serán luego consagrados en futuros tratados internacionales. Así, se adopta en 1967 el denominado “Tratado del Espacio”, que trata sobre los principios que rigen las actividades de los Estados en materia de exploración y uso del espacio ultraterrestre, incluida la Luna y los demás cuerpos celestes. La mayoría de los principios de la Resolución de 1963 son retomados allí. Este Tratado del Espacio fue completado por otros cuatro tratados internacionales. Se trata del Acuerdo sobre el salvamento y la devolución de astronautas y la restitución de objetos lanzados al espacio extraterrestre (1968); el Convenio sobre la responsabilidad internacional por daños causados por objetos espaciales (1972); el Convenio sobre el registro de objetos lanzados al espacio ultraterrestre (1976) y el Acuerdo que rige las actividades de los Estados en la Luna y en otros cuerpos celestes, firmado el 18 de diciembre de 1979 y vigente desde el 11 de julio de 1984. Varias resoluciones de las Naciones Unidas también completan el corpus jurídico sobre este tema.
Los principios de la gobernanza del Espacio
El Tratado del Espacio plantea como primer principio que el Espacio debe ser explorado y utilizado en pos del bien común de la Humanidad. El segundo principio es el de la libertad de acción y de uso, que estipula que ningún Estado puede imponer restricciones o condiciones por parte de otro para acceder al espacio ultraterrestre, explorarlo y utilizarlo en conformidad con el derecho internacional. Este principio es seguido por el de no apropiación, que prohíbe cualquier extensión de soberanía sobre todo o parte del espacio ultraterrestre. El uso con fines pacíficos es otro principio que puede deducirse de varias disposiciones del Tratado del Espacio. El principio de asistencia mutua también se plantea allí, obligando a los Estados a socorrer a los nacionales de otros Estados en caso de peligro, en el Espacio pero también en la Tierra. Por último, el principio de responsabilidad internacional compromete la responsabilidad de los Estados para todas las actividades realizadas bajo su jurisdicción, ya sea por su gobierno o por particulares. Su responsabilidad también queda involucrada para cualquier daño causado por objetos espaciales.
En forma paralela a esas resoluciones que constituyen la fuente principal en materia de gobernanza del Espacio, existen otros instrumentos que influencian dicha gobernanza. Así, por ejemplo, algunos acuerdos internacionales bilaterales o multilaterales, como el Acuerdo intergubernamental para el desarrollo y el uso de la Estación espacial internacional, o algunas actas o tratados fundadores que dieron origen a organismos internacionales especializados o activos en este campo, tales como el Convenio de la Agencia Espacial Europea o el Convenio EUMETSAT. Algunas legislaciones nacionales también tienen su importancia, puesto que rigen las actividades domésticas de los Estados y de sus nacionales.
El Espacio, un desafío estratégico
La conquista espacial nació en el contexto de la Guerra Fría. Ese espacio ultraterrestre fue percibido entonces, desde el principio de su exploración, como un desafío y un lugar estratégico desde donde afirmar la soberanía y garantizar la seguridad nacional -esto en particular por su proximidad estratégica con el sector nuclear-. Desde los años 1970 en particular, las aplicaciones civiles se han desarrollado, poniendo de manifiesto el papel de los satélites en el desarrollo tecnológico y económico de los Estados. Los años 1990 vieron el comienzo de una creciente implicación de los actores privados en este ámbito, especialmente en los sectores de las telecomunicaciones y de la navegación vía satélite, tendencia que sigue acentuándose en la actualidad. La combinación de estos factores históricos y más recientes resulta en una intensificación de las actividades espaciales, con la llegada de nuevos actores estatales y privados. Así pues, el club de las grandes potencias espaciales integrado por Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea, Japón y China se va abriendo poco a poco a nuevos miembros como Brasil, India, Corea del Sur, Irán e Israel. Este acceso al Espacio presenta todavía múltiples barreras para los recién llegados, tales como el manejo de vuelos habitados o de los diferentes tipos de órbita, por ejemplo.
La actividad intensificada en el espacio genera una mayor necesidad en términos de gobernanza. En efecto, la multiplicación de los actores del espacio y de los objetos puestos en órbita crea un contexto de fuerte interdependencia que no podrá ser gestionado de mejor manera que mediante una verdadera gobernanza mundial del espacio. A pesar de la existencia de los tratados antes mencionados, muchos campos requieren todavía mayor regulación y cooperación. Nos referimos por ejemplo a las cuestiones de la presencia de armas en el espacio, de la existencia de armas antisatélites, del uso de la órbita geoestacionaria, de los derechos de propiedad que conciernen a los cuerpos celestes o incluso del turismo espacial. Donde más se hace sentir en la actualidad la necesidad de una gobernanza mundial es en materia de gestión de la chatarra y de los satélites en fin de vida. La saturación de las órbitas bajas y medias es cada vez mayor y los objetos puestos en órbita son vulnerables a cualquier colisión. Francia, por ejemplo, ha perdido su satélite Cerise, chocado por una pieza del cohete Ariane en 1996.
A comienzos de 2007 la China, en una lógica de demostración de fuerza, destruyó un satélite con un misil lanzado desde el suelo. Ahora bien, si un acontecimiento de este tipo se reprodujera cinco veces, el acceso a las órbitas bajas (entre 300 y 2000 km de altura) ya no sería posible pues quedarían demasiado saturadas de deshechos 1. Las preocupaciones en este campo son por lo tanto cada vez mayores. Las colisiones son fuentes de pérdidas financieras y tecnológicas y también pueden estar sujetas a interpretaciones: ¿cómo determinar, por ejemplo, el carácter intencional o no, hostil o no, de una colisión con satélites militares? Los Estados tienden a responder a esta necesidad creciente de regulaciones mediante legislaciones ad hoc, pero éstas no están a la altura de las circunstancias. El consenso exigido dentro del Comité para usos pacíficos del espacio extra-atmosférico de las Naciones Unidas hace que la adopción de nuevos instrumentos internacionales de carácter normativo se vuelva poco probable. Por ello, la Unión Europea propone un “código de buena conducta” 2 basado en la adhesión voluntaria a reglas de comportamiento en órbita cuyo respeto quedaría garantizado por la implementación de una relativa transparencia de las actividades espaciales internacionales. En paralelo, norteamericanos y europeos comienzan a cooperar en el ámbito del control del espacio y del intercambio de informaciones en relación a la chatarra espacial. Aunque la gestión de la chatarra podría ser el primer paso de una gobernanza mundial en el campo espacial, debería sin embargo profundizarse y extenderse más ampliamente en el futuro. La gestión adecuada de ese espacio global, libre de toda soberanía nacional pero a la vez escenario de una fuerte interdependencia entre actores públicos y privados, sólo podrá realizarse a nivel mundial. Además, una gobernanza mundial inteligente y cooperativa del espacio podría ser fuente de múltiples oportunidades. En efecto, en el contexto actual de cambios climáticos y de crecientes tensiones sobre los recursos naturales y las materias primas, el mundo podría beneficiarse ampliamente con el uso de los satélites y de las tecnologías existentes puestos al servicio de la lucha contra el cambio climático con vistas a una gestión más sustentable de los recursos y de los territorios.