Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) han sido hasta la fecha la tentativa más amplia de crear un programa planetario de planificación del desarrollo social, y por ello constituyen un hito en la historia humana que puede servir de inspiración o de experiencia para futuros procesos realmente integradores. Se trata de ocho objetivos que fueron establecidos en 2001 como una forma de dar concreción a la “Declaración del Milenio” de 2000 firmada por los 189 países miembros de la ONU, luego de procesos que llevaron a varias cumbres mundiales durante la década de 1990, que precisaban traducirse en una implementación sobre el terreno. El horizonte de acción de los ODM se situó en 2015. Los objetivos son:
1. Erradicar el hambre y la pobreza extrema.
2. Lograr la enseñanza primaria universal.
3. Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
4. Reducir la mortalidad infantil.
5. Mejorar la salud materna.
6. Combatir el SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
7. Garantizar el sustento del medio ambiente.
8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
He aquí algunos datos que expresan la gravedad de la situación: 1200 millones de personas sobreviven con un dólar al día, 925 millones pasan hambre, 114 millones de niños en edad escolar no van a la escuela 11 millones de niños menores de cinco años mueren al año por enfermedades curables, así como medio millón de madres durante el embarazo o el parto.
Tres millones de personas mueren al año de SIDA y 850.000 de malaria. 2400 millones no tiene acceso a agua potable.
Los ocho objetivos se dividieron inicialmente en 18 metas y se miden gracias a 48 indicadores. En el proyecto para el desarrollo de los ODM, la Campaña del Milenio, se han implicado organismos públicos internacionales, continentales, nacionales y locales, organizaciones de la sociedad civil, actores privados y personas individuales, todos los cuales incluyen algunos de los objetivos en sus programas de implementación o acciones de presión, que de otra manera carecerían de denominador común. La Asamblea General de Naciones Unidas promueve su puesta en marcha y diferentes organizaciones entre las cuales el PNUD y el Banco Mundial coordinan la evaluación.
Sin embargo, la poca ambición de los ODM en el trazo y resolución de los problemas del mundo, es un reflejo de las contradicciones entre los actores y los intereses participantes. El programa ha sido criticado en primer lugar por una definición gradualista que ignora la naturaleza inmoral y criminal de muchos problemas y no reclama justicia. Se ignora así que el hambre, la inseguridad, la violencia, el subdesarrollo, la ausencia de educación o de sanidad, el deterioro ambiental o la falta de vivienda entre otros no se pueden resolver (o se están resolviendo de una manera muy lenta), sin cuestionar el sistema que los genera. Se ignora que estas plagas sociales son una violación permanente de los derechos humanos de las personas y sociedades afectadas. Por ejemplo, las metas que se proponen reducir “la mitad” del hambre o de la pobreza o “dos terceras partes” de la mortalidad infantil, dejan moralmente a su suerte a la otra mitad o tercio de la población concernida. Así, el proyecto es minimalista no sólo por las expectativas de cambio real o material poco ambiciosas, sino por la incapacidad o desinterés en enmarcarlas en una necesaria visión de transformación integral del modo de organización de la humanidad y del planeta.
En segundo lugar, a la falta de ambición del programa cabe añadirle la poca interconexión en el tratamiento de los diferentes objetivos y la poca atención prestada a las causas subyacentes en la medición de los problemas. Por ejemplo, se ha ignorado el tratamiento de las desigualdades y según el CADTM no se tienen en cuenta indicadores complejos que reflejan el carácter multidimensional de fenómenos como la pobreza, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Ocurre lo mismo con la elección de indicadores sobre el medioambiente y las enfermedades (malaria, SIDA). Además, en el caso de ésta última se han usado indicadores insuficientes e incluso ajenos al problema, e ignorado otros más significativos.
En tercer lugar, en la búsqueda de las causas más allá de la propia medición se ha ignorado también que la oleada de políticas neoliberales se situa en el origen del incremento de la pobreza, el hambre, la degradación ambiental u otros fenómenos. El conjunto del programa constituye así una pequeña compensación social frente al carácter devastador de la oleada neoliberal a escala planetaria. Así, aunque la ayuda oficial al desarrollo, factor principal según fuentes oficiales, no se hubiera reducido drásticamente por causa de la crisis en el Norte, su mayor fortaleza no sería suficiente para contrarrestar otros fenómenos globales como la privatización de los servicios públicos, la financiarización de la economía, la permanencia de la deuda de los países del Sur a pesar de observarse cierto progreso, la mengua de recursos del propio programa de ODM, y otros. Sin embargo, a nivel de definición de objetivos, se ignoran estos y otros factores con una incidencia social más que evidente tales como la eliminación de conflictos armados, la aplicación del conjunto de los derechos económicos, sociales y culturales (DESC) y concretamente el derecho universal a un empleo, la reforma institucional del sistema de Naciones Unidas y de la gobernanza mundial, el tratamiento de la migración, los gastos militares u otros. Mientras, buena parte de las recomendaciones para cumplir los objetivos han representado un continuismo del recetario neoliberal basado en el crecimiento económico, la liberalización y la competitividad, basándose en dogmas como la financiación mediante el endeudamiento, la libre circulación de capitales pero no de personas y el crecimiento del mercado como receta para aliviar la pobreza, y en el campo, la promoción de una agricultura intensiva alejada de las necesidades reales de la población.
En cuarto lugar, a principios de 2013 es evidente que los objetivos no se cumplirán en 2015. Los ODM han cosechado éxitos en sectores y regiones precisas, pero en gran medida como consecuencia del desarrollo de algunas economías emergentes como China o India, que no aplicaron las medidas neoliberales recomendadas por el programa. Los avances son desiguales en función de los diferentes sectores y regiones, siendo el África subsahariana la región más desfavorecida. Por otro lado las crisis sucesivas de la alimentación, el petróleo y las finanzas han provocado la pérdida de una parte de los logros alcanzados y la reactivación de la pobreza. Estos son algunos datos concretos (algunos de ellos de 2010) :
– El número de personas hambrientas ha aumentado, de 845 a 925 millones.
– La escolarización ha crecido levemente pero todavía 100 millones de niños no van a la escuela, uno de cada cuatro en África.
– Todavía mueren nueve millones de niños al año antes de los cinco años y 350000 mujeres durante el embarazo y el parto, dos millones de personas por causa del SIDA y 860000 por una enfermedad curable como la malaria
– 884 millones carecen de agua potable, 2600 millones de un sistema de saneamiento adecuado como inodoro y letrinas, y 828 millones viven en barracas. La biodiversidad sigue gravemente amenazada con un número creciente de especies amenazadas de extinción.
A finales de 2012, más de dos años antes del fin del programa, se han puesto en marcha diferentes procesos de consulta para redefinir una nueva agenda después de 2015 entre las cuales el Panel de Alto Nivel, las consultas presenciales y virtuales “my world” (de tipo electivo) y “el mundo que queremos” (de tipo deliberativo). Esta última ha definido 11 nuevos ejes de acción que representan aspectos existentes u olvidados de la Campaña del Milenio. Estos son: desigualdades, gobernanza, sanidad, sostenibilidad medioambiental, dinámica poblacional, agua, crecimiento y empleo, conflicto y fragilidad, seguridad alimentaria y nutrición, educación y energía. Sin embargo, el proceso de 2015 tampoco cuestiona ni examina en profundidad el modelo capitalista causante del agravamiento de una parte importante de los males que se quieren resolver, ni aborda la problemática desde la perspectiva del derecho humano al desarrollo, reconocido sin embargo por Naciones Unidas.
Algunas organizaciones y personas críticas han propuesto, entre otras, las siguientes alternativas y factores a tener en cuenta: el respeto y preservación de los derechos humanos incluyendo los DESC; el fortalecimiento de las democracias frágiles y la participación ciudadana, la movilidad universal de las personas migrantes; la desmilitarización y el compromiso para la prevención y resolución efectiva de las guerras; un comercio internacional favorable a los menos beneficiados; un código ético obligatorio para las transnacionales; mayor igualdad de género; redistribución y renta básica universal; generalizar e igualar los derechos de los trabajadores en el mundo; la democratización de las instituciones internacionales; la anulación de la deuda externa y los paraísos fiscales y el establecimiento de impuestos mundiales y Derechos Especiales de Giro.